Actualmente tengo 29 años, soy soltero, no tengo una pareja sentimental, desde hace 8 años soy responsable de mi mismo, con una carrera profesional estable pero volátil, tengo una vida social sana pero intermitente, tengo pocos amigos bajo el estricto sentido de la palabra, una relación familiar distante pero al mismo tiempo fuerte, académicamente soy autodidacta y profesionalmente un diseñador gráfico con especialidad en web, tengo un tatuaje y una perforación pero sobre todo no se quien soy.
No hablo de un desorden de personalidad múltiple ni de un desapego de identidad, es solo que no se hacia donde va este viaje y tampoco se si quisiera tener un destino definido.
Por mucho tiempo, he creído que el destino no es lo importante, lo imperantemente trascendental será el viaje en si mismo. Al final del viaje y sea cual sea el destino, lo que se recordará, será el camino que recorrimos. Un destino per se al concepto, refiere a un final, a la culminación de un viaje, al final de una historia y esa historia es la que precisamente me concierne más.
Es ya un cliché mencionar que cuando morimos, nada se va con nosotros. Habitamos en un cuerpo, en una forma, un mero montón de átomos eternos en una forma particular en un espacio tiempo definidos, pero la historia de nuestras vidas, la manera en que tocamos a quien nos rodea, la forma en que nuestras acciones marquen una huella será lo que realmente nos trascienda.
La trampa de las religiones y la manipulación que ésta ejerce sobre la conducta de sus fieles dicta conductas y normas con la promesa de, a cambio, tener una vida eterna en un lugar placentero y lleno de paz pero en realidad es una venda en los ojos que te hacen esclavo de dogmas y creencias diseñadas para mantener una sociedad dócil y temerosa de una real individualidad.
¿Quién soy entonces?
¿Mi historia me define? ¿Mi actualidad me define? ¿Mi destino final de definirá?